Por Lic. Santiago Demarchi
Desde su publicación en el año 2015, El mecánico de la espalda de Stuart McGill es un libro que ha tenido mucha influencia en nuestra practica clinica.
Su planteo, centrado en la estabilidad, la rigidez del “core” y la idea de proteger la columna, cambió o reforzó la forma en que muchos profesionales pensamos el movimiento y en su momento, fue necesario: aportó claridad, estructura y una mirada más científica a un área dominada por el empirismo.
Pero como todo modelo, el de McGill también tiene límites.
Y hoy, con los avances en neurociencia del dolor, fisiología del tejido y biomecánica, es momento de revisar algunos de sus supuestos.
Mi objetivo no es negar su aporte, sino para repensar qué parte de su mensaje sigue vigente y cuál necesita actualizarse y tener otro enfoque. Porque si algo nos enseña la ciencia del movimiento, es que el cuerpo humano no necesita protección: necesita adaptación.
El dolor no es igual a lesión estructural
Una de las bases del pensamiento de McGill es que el dolor lumbar surge de una alteración estructural o de una “falla mecánica” en la columna, esta es una idea compartida tanto por la gran mayoría de los kinesiólogos, médicos y terapistas manuales del mundo aun hoy. Sin embargo, sabemos que esto no es así y la evidencia cientifica lo demuestra.
El dolor no es sinónimo de daño. Es una experiencia sensorial y emocional compleja, influida por factores biológicos, psicológicos, sociales, entre otros.. Peter O’Sullivan lo resume así: “El dolor lumbar no siempre proviene de una estructura dañada, sino de un sistema sensible y sobreprotegido.”
Cuando decimos a un paciente que su espalda es “débil”, “inestable” o que tiene que mantenerla rígida para no lesionarse, generamos miedo y este cambia la biomecánica, la percepción y la recuperación.
Mike Stewart, en su artículo Sticks and Stones: The Impact of Language in Musculoskeletal Rehabilitation (2018), explica cómo el lenguaje puede generar amenaza o seguridad.
Cada palabra que usamos tiene un efecto neurobiológico real.
Decir “tenés una columna frágil” o “no debes flexionar ni rotar la columna” puede ser tan dañino como un mal ejercicio (si se puede decir que este último existe realmente)

Los discos no son frágiles: son adaptables
El modelo de McGill se construye sobre la idea de que la columna debe moverse lo menos posible para evitar daño, incluso tiene guias de como realizar actividades de la vida diaria, como atarse los cordones, sin flexionar ni rotar la columna lumbar.
Pero los discos intervertebrales no son estructuras que “se rompen”, sino tejidos fibrocartilaginosos adaptables. Histológicamente, el disco está compuesto por colágeno tipo I (en la periferia) y colágeno tipo II y proteoglicanos (en el núcleo), una combinación que le permite resistir fuerzas compresivas, tensiles, de cizallamiento y torsión (Hall, 2016; Mescher, 2018; Griffin & Guilak, 2005; Butler et al., 1990; Makris et al., 2011).
Estos tejidos responden a la carga mecánica:
- Una carga óptima estimula la síntesis de colágeno y la reparación.
- La sobrecarga o la descarga prolongada inducen degeneración y pérdida de función.
Por lo tanto, el movimiento y la carga no son enemigos del disco, son su estímulo natural de adaptación.
Evitar sistemáticamente la flexión, la torsión o la carga axial no protege: desentrena.
El fibrocartílago, como el músculo o el hueso, necesita carga progresiva para mantenerse sano, es un tejido vivo!!
No hay ejercicios malos: hay malas progresiones
Uno de los legados más fuertes de McGill son sus “tres grandes”: curl-up modificado, bird-dog y plancha lateral.
Ejercicios válidos, sin dudas.
Pero cuando esos tres movimientos se transforman en un dogma y la columna se reduce a una estructura que “no debe moverse”, el modelo pierde coherencia con la biología.
La función del core no es “mantenerse inmóvil”, sino gestionar el movimiento.
Como bien dice Adam Meakins: “La estabilidad no surge de la rigidez, sino de la capacidad de variar entre rigidez y movilidad según la situación.”
Y en este punto, vale mencionar algo que escuchamos con frecuencia incluso de referentes reconocidos del entrenamiento: Horacio Anselmi, en una entrevista reciente, afirmó que “el peso muerto es un ejercicio muy peligroso”. Sin embargo, este tipo de afirmaciones reflejan un enfoque basado en miedo y descontextualización, no en evidencia.
El peso muerto no es peligroso: es un patrón de movimiento humano esencial. Levantar una carga del suelo es una de las acciones más naturales que existen. El riesgo no está en el ejercicio, sino en la dosificación, la técnica, el contexto y la capacidad de quien lo realiza.
Un patrón bien enseñado y progresado no destruye la espalda; al contrario, la fortalece, la adapta y la vuelve más resiliente.
Decir que el peso muerto es peligroso es tan inexacto como decir que flexionar la columna es dañino.
Los ejercicios no son buenos o malos en sí mismos: son herramientas, y su valor depende de cómo, cuándo y para quién se aplican.
El problema no está en el movimiento, sino en nuestra interpretación del movimiento.
El cuerpo necesita moverse en todas las direcciones
Durante años se repitió que la flexión y la rotación lumbar eran peligrosas. Yo en durante mi etapa como estudiante y en mis inicios lo repetía (le daba esos consejos a mi madre para que mejore su dolor lumbar). Que había que “mantener la espalda recta” para protegerla.
Pero si algo aprendimos de la evidencia reciente, es que evitar el movimiento no protege: atrofia.
El cuerpo está diseñado para soportar flexión, rotación, compresión y cizallamiento y nuestro desafío clínico no es eliminarlos, sino enseñar al paciente a tolerarlos. Esta tolerancia no se construye con rigidez, sino con exposición progresiva, variabilidad y confianza.
Como dice O’Sullivan, “la clave no está en corregir la postura, sino en devolverle libertad al movimiento”.
Y eso implica flexionar, girar, cargar, moverse sin miedo.
Las hernias discales no son una condena
Uno de los pilares del miedo al movimiento es la idea de que “una hernia discal es irreversible”.
Pero la ciencia dice lo contrario.
El metaanálisis de Chun-Chieh Chiu et al. (2014) demuestra que el 66 % de las hernias lumbares se reabsorben espontáneamente con tratamiento conservador.
En otras palabras: el cuerpo tiene una capacidad regenerativa que hemos subestimado. El problema no es la hernia, sino cómo interpretamos su presencia.
Si el disco puede regenerarse y adaptarse, no tiene sentido construir un modelo clínico basado en la fragilidad.
Necesitamos cambiar la narrativa: la columna no se rompe, se adapta.
El lenguaje importa
Mike Stewart y Stephen Loftus (2018) lo plantean con contundencia: El lenguaje puede sanar o puede enfermar.
Cuando utilizamos frases como “tenés que mantener la espalda firme”, “tu disco está gastado” o “no flexiones el tronco” instalamos un mensaje de amenaza y el cerebro interpreta esa amenaza como dolor.
En cambio, cuando enseñamos desde la confianza —“tu espalda es fuerte”, “vamos a volver a movernos sin miedo”, “el dolor no significa daño”—, activamos un proceso de seguridad que cambia la fisiología del sistema.
Demanda y capacidad: un principio universal
No existen movimientos peligrosos, solo movimientos para los cuales aún no estamos preparados. El modelo correcto no es el de la rigidez, sino el del equilibrio entre demanda y capacidad. Imaginense una balanza en la que a cada lado se encuentran estas dos variables. Cuando la demanda supera excesivamente a la capacidad, aparece el dolor o la lesión. Sin embargo, si esa demanda es muy baja, muy por debajo de la capacidad fisiológica de cada tejido, el cuerpo se desadapta.
Nuestra tarea como kinesiólogos y entrenadores es encontrar el “punto dulce” de la carga y a partir de allí construir capacidad. Nunca debemos prohibir movimiento y menos aquel que se realiza en todas las actividades comunes de nuestra vida cotidiana, como flexionar o rotar el tronco.
Reflexión final
El trabajo de McGill fue clave para su momento. Nos enseñó a valorar la estabilidad, la técnica y la comprensión biomecánica del movimiento. Pero hoy, la evidencia y la clínica nos empujan a ir más allá.
El cuerpo no necesita rigidez, necesita variabilidad, carga, estímulo y confianza. Tampoco hay ejercicios prohibidos, hay sistemas mal preparados.
En nuestro webinar “La fuerza como medicina”, el Lic. Santiago Rojas hablará sobre temas relacionados a este blog. Los invito a sumarse!!
Bibliografía recomendada
- Butler, D. L., et al. (1990). Functional adaptation of fibrocartilage to mechanical stress. Journal of Anatomy, 170, 155–162.
- Chiu, C.-C., et al. (2014). The probability of spontaneous regression of lumbar herniated disc: a systematic review. Clinical Rehabilitation, 29(2), 184–195.
- Griffin, T. M., & Guilak, F. (2005). The role of mechanical loading in the health and disease of articular cartilage and intervertebral disc. Arthritis Research & Therapy, 7(2), 85–91.
- Hall, S. (2016). Basic Biomechanics. McGraw-Hill Education.
- Makris, E. A., et al. (2011). The response of fibrocartilage to mechanical loading. Tissue Engineering Part B, 17(4), 285–297.
- Meakins, A. (2021). The Core Stability Myth. The Sports Physio.
- Mescher, A. L. (2018). Junqueira’s Basic Histology: Text and Atlas. McGraw-Hill Education.
- O’Sullivan, P. B., et al. (2018). Pain and movement: reconceptualising musculoskeletal pain. JOSPT, 48(6), 469–473.
- Slater, D., Korakakis, V., O’Sullivan, P., Nolan, D., & O’Sullivan, K. (2019). “Sit Up Straight”: Time to Re-evaluate. JOSPT, 49(8), 562–564.
- Stewart, M., & Loftus, S. (2018). Sticks and Stones: The Impact of Language in Musculoskeletal Rehabilitation. JOSPT, 48(7), 519–522.







