Lic. Santiago Demarchi
Siempre que recibo la indicación médica de “hacer fortalecimiento” me surgen varias preguntas:
- ¿Qué es la fuerza?
- ¿Cuántos tipos de fuerza hay?
- ¿Todos esos tipos de fuerza se trabajan de la misma manera?
- ¿Cómo mejoro la fuerza máxima? ¿y la fuerza resistencia? ¿y la explosiva? ¿ y la potencia?
- ¿Cómo desarrollo el volumen muscular?
En la práctica diaria, la frase “hacer fortalecimiento” aparece casi como un comodín. Pero la verdadera pregunta es: cuando prescribimos ejercicios… ¿realmente estamos fortaleciendo?
La receta clásica: 4×10
¿Cuántas veces indicamos “hacé 4 series de 10 repeticiones” casi como un reflejo automático?
Pero… ¿por qué 4? ¿por qué 10?
¿Cuánto descanso damos entre series?
¿Qué tipo de contracción buscamos: isométrica o isotónica?
Y si es isométrica, ¿cómo la indicamos? ¿sostener? ¿empujar? ¿tirar? ¿cuánto tiempo?
La realidad es que muchas veces replicamos protocolos sin detenernos a pensar si esas variables son las adecuadas para el objetivo de ese paciente en ese momento.
El estancamiento invisible
Otro error frecuente: los ejercicios no progresan en carga (y la carga no es solo peso, sino todas sus dimensiones).
- Un paciente con cirugía de LCA, que ya tiene rango completo, sin inflamación ni dolor, sigue haciendo semanas de sentadillas 4×10 sin peso. ¿Eso es fortalecimiento?
- Un powerlifter con 250 kg en su 1RM de peso muerto, con dolor lumbar, ¿necesita “fortalecer”? Y si realmente lo necesita, ¿por qué se limita solo a movilidad y a una banda elástica de 7 kg como máximo?
Incluso si indicamos 4×10 y progresamos la carga… ¿cada cuánto tiempo lo hacemos? ¿cómo medimos esa mejora? ¿qué criterio usamos para pasar de una fase a la otra en la rehabilitación? ¿utilizamos RPE, RIR, %RM, encoder?
¿Cuántas veces a la semana repite ese ejercicio? ¿siempre son los mismos patrones? ¿todos los días trabajamos sentadilla? ¿todos los días isotónicos?
Y lo más importante: ¿cómo sabemos si realmente mejoró la fuerza? ¿cómo medimos?
Entonces… ¿Qué significa fortalecer?
Fortalecer no es simplemente “hacer ejercicio”. Es aplicar una carga progresiva, medible y adaptada a la necesidad funcional del paciente.
El entrenamiento de la fuerza debe respetar los principios del entrenamiento, entre los que destacan:
- Sobrecarga progresiva: para mejorar la fuerza, el estímulo debe superar la capacidad actual del músculo y aumentar gradualmente.
- Especificidad: las adaptaciones dependen del tipo de estímulo; no es lo mismo entrenar fuerza máxima que resistencia muscular.
- Individualización: cada paciente tiene un contexto, un nivel de fuerza y una necesidad funcional distinta.
- Variedad: la manipulación de ejercicios, intensidades y métodos evita la meseta de rendimiento.
- Reversibilidad: lo que no se entrena, se pierde; la fuerza necesita continuidad.
- Transferencia: el estímulo debe relacionarse con las demandas de la vida diaria o del deporte del paciente.
Entrenar la fuerza, entonces, requiere programación y criterio, no recetas genéricas. “Debemos ser un chef, no un cocinero” (M. Boyle 2016). Tambien se deben definir repeticiones, series, descansos, intensidad y contracciones en función de un objetivo claro y medible.
Una invitación a repensar
Tal vez la pregunta no sea si indicamos ejercicios, sino si realmente estamos generando adaptaciones de fuerza. Porque la diferencia entre mover y fortalecer está en el detalle de cómo lo hacemos.







