¡No hagas impacto!

 

Lic. Santiago Demarchi

 

Un paciente con dolor lumbar llega a la consulta o al gimnasio y dice:
“El médico me indicó que no haga impacto.”
¿Les suena?

La frase es muy común en la práctica diaria. El impacto parece ser visto como algo lesivo por naturaleza, algo que debe evitarse para no “dañar” la columna, las rodillas o cualquier articulación que reciba cargas compresivas. Pero… ¿realmente es así?

 


Lo que dice la ciencia

La literatura científica no solo no respalda la idea de que el impacto sea dañino, sino que muestra lo contrario: los tejidos cartilaginosos y fibrocartilaginosos del tronco y del miembro inferior se adaptan positivamente a las cargas compresivas.

  • Por ejemplo, los meniscos, el labrum y los discos intervertebrales pueden aumentar su capacidad de tolerar carga cuando son estimulados de forma progresiva. 
  • Incluso se ha visto que la actividad con impacto no está asociada con mayor daño en estas estructuras, sino con mejores adaptaciones y función.

    (S. Hall 2016, Griffin & Guilak 2005; Butler et al. 1990; Makris et al. 2011.)

 


El mito del reposo

Frente al dolor lumbar o articular, la recomendación habitual suele ser:

  • Reposo, 
  • Bicicleta fija, 
  • Pilates o natación, 
  • Estiramientos 

Es decir: todo menos impacto.

El problema es que esta receta no considera que el impacto no solo es inevitable, sino también necesario. Caminar, subir escaleras, correr, saltar… todo eso es impacto.

 


El impacto como estímulo

El impacto ha sido “bastardeado”, pero en realidad es un estímulo fundamental.

Si quitamos esa demanda, los tejidos se desadaptan. El cuerpo atrofia lo que no utiliza. Un menisco, un disco o un labrum que dejan de recibir cargas compresivas, van a perder capacidad de tolerarlo.

Por eso, cuando una persona tiene dolor lumbar o en miembros inferiores, el problema no es el impacto en sí, sino la relación entre la demanda y la capacidad

 


Demanda vs. capacidad

El dolor muchas veces aparece cuando la demanda supera la capacidad:

  • Una persona sedentaria que de repente caminó más de lo normal en una zona montañosa o con pendientes. 
  • El paciente que solo hace yoga y se puso a acomodar el jardín, levantando macetas pesadas y cargando bolsas de basura. 
  • El runner que 2 meses antes de una carrera importante, comienza a entrenar en arena, pendientes y a aumentar de manera abrupta los volúmenes de carga semanal.

El tratamiento no debería centrarse en eliminar el impacto, sino en mejorar la capacidad de tolerarlo. En algunos casos tal vez haya que bajar las cargas momentáneamente y a partir de ahí comenzar a construir capacidad.

 


Entonces… ¿qué hacemos?

El tratamiento medicamentoso puede ser útil en la fase inicial del dolor, pero no es la solución a largo plazo. La clave está en rehabilitar y readaptar los tejidos.

 


En conclusión…

El impacto no es el enemigo.
El verdadero problema es la desadaptación y la relación demanda / capacidad
Si evitamos el impacto, lo único que logramos es que nuestros pacientes o clientes pierdan aún más capacidad. En cambio, si lo usamos de manera inteligente, podemos devolverles la confianza, la fuerza y la tolerancia a la vida real.