Ojo con lo que decimos!

Por Lic. Santiago Demarchi – Cinesis, Centro de Kinesiología

 

En el consultorio, muchas veces escucho frases como:

“Me dijeron que no puedo levantar pesos pesados.”
“No debo hacer peso muerto.”
“Tengo que evitar el impacto.”
“Debo hacer reposo.”
“Mi rodilla está hecha pedazos.”

Cada una de estas afirmaciones tiene algo en común: no nacen de la experiencia directa del paciente, sino de algo que le dijo alguien más —un médico, un amigo, un familiar, o incluso internet—. Y lo preocupante es que, muchas veces, esas palabras se convierten en límites autoimpuestos que condicionan su recuperación más que la propia lesión.

El artículo “Palos y piedras: El impacto del lenguaje en la rehabilitación musculoesquelética” (Stewart y Loftus) lo deja claro: las palabras pueden sanar o lastimar. Una frase desafortunada, un diagnóstico mal explicado o una metáfora errónea pueden dejar una huella más profunda que el propio dolor físico.

 

Escuchar de verdad, pero la historia real

En mi anamnesis tengo una regla: no interrumpir al paciente cuando me cuenta su historia… excepto cuando empieza relatándola desde el punto de vista de otro profesional.
Ejemplo:

  • Yo: “Contame tu historia.”

  • Paciente: “Bueno, tengo una tendinitis en el hombro…”

  • Yo: “Espera. No me digas lo que te contaron que tenés. Contame qué sentís, qué síntomas tenés, cómo empezó, hace cuánto. Hablame desde tu perspectiva, no desde lo que dice un estudio o un informe.”

Esto cambia por completo la conversación. El paciente deja de repetir un diagnóstico que quizás no entiende del todo, y empieza a describir su experiencia real. Ahí es donde aparece la información que realmente importa para diseñar un plan de tratamiento.

 

El poder (y peligro) de nuestras palabras

El lenguaje no es neutro. Decir “tenés una rodilla degenerada” puede sonar técnico para nosotros, pero para el paciente puede significar “mi rodilla se está desintegrando y no hay vuelta atrás”.
Por eso, evito el lenguaje nocebo —ese que genera miedo, inseguridad o catastrofismo— y busco utilizar palabras que abran posibilidades. En lugar de decir “pierna lesionada”, hablo de “pierna sintomática”. En lugar de “evitá esto para siempre”, digo “vamos a progresar hasta que puedas hacerlo sin problema”.

A veces incluso uso el placebo a mi favor: una palabra de confianza, una metáfora positiva o un ejemplo de recuperación real pueden activar mecanismos de mejora que van más allá de lo físico.

 

Rompiendo el círculo del miedo

El artículo lo explica muy bien: cuando un paciente recibe información amenazante, tiende a buscar y filtrar datos que confirmen su preocupación. Si le decimos “podrías necesitar cirugía”, puede transformarlo en “voy a necesitar cirugía sí o sí”.
Nuestro trabajo es reformular. Convertir “degeneración” en “cambio normal con la edad”, o “evitá el impacto” en “vamos a adaptarte progresivamente al impacto para que vuelvas a lo que te gusta”.

 

Conclusión

En salud musculoesquelética, las palabras son tan importantes como las manos o los ejercicios que indicamos. Escuchar con atención, educar con claridad y hablar con cuidado no es solo buena comunicación: es parte fundamental de la rehabilitación.

Porque sí, los músculos y las articulaciones se recuperan… pero las ideas equivocadas, si no las tratamos, pueden dejar cicatrices mucho más profundas.

 

Articulo recomendado:Sticks and Stones: The Impact of Language in Musculoskeletal Rehabilitation (https://www.jospt.org/doi/full/10.2519/jospt.2018.0610)