Por Lic. Germán Muratore – Cinesis, Centro de Kinesiología
Para pensar…
¿Por qué todavía asociamos la rehabilitación kinésica a un número fijo de sesiones? ¿De dónde salió la idea de que el éxito de un tratamiento se mide en “cuántas me quedan” en lugar de cómo estoy evolucionando?
En el consultorio es común escuchar frases como:
“Prefiero empezar el lunes así termino el viernes.”
“Con 15 sesiones debería andar, ¿no?”
Pero… ¿esto es correcto? ¿Realmente se pueden generar cambios significativos en tan poco tiempo? ¿Cinco días pueden marcar la diferencia en un proceso que, muchas veces, lleva semanas o meses de adaptación y trabajo?
Más que un calendario: un proceso
Como kinesiólogos, debemos entender y explicar que la recuperación no funciona como una agenda que se llena y se tacha. Nuestro cuerpo sigue procesos biológicos que tienen sus propios tiempos, y esos tiempos no siempre coinciden con la cantidad de sesiones asignadas por un sistema de salud o una cobertura.
La verdadera pregunta no es “¿cuántas sesiones necesito?”, sino “¿qué objetivos puedo alcanzar y cómo puedo sostenerlos en el tiempo?”.
Educación, empatía y acompañamiento
Nuestra tarea va más allá de aplicar técnicas: implica educar, acompañar y escuchar.
Cada paciente es distinto: su historia, sus hábitos, sus expectativas y su contexto influyen en la evolución. Y ahí es donde la empatía deja de ser un valor agregado para convertirse en una herramienta clínica.
Necesitamos crear un ambiente propicio para el movimiento, donde el paciente no solo mejore sus síntomas, sino que aprenda a confiar nuevamente en su cuerpo.
El componente olvidado
Independientemente de la técnica o el abordaje elegido —sea terapia manual, ejercicio terapéutico o agentes físicos—, no podemos ignorar el componente biopsicosocial. La rehabilitación no es solo física: también es mental, emocional y social.
Si no lo tenemos en cuenta, corremos el riesgo de que el paciente dependa del tratamiento para sentirse bien, en lugar de darle las herramientas para que pueda mantenerse mejor por sí mismo.
En resumen
Las “5 sesiones” pueden ser un punto de partida… pero nunca deberían ser un límite mental. Lo que realmente importa no es cuántas veces nos vemos, sino los cambios que logramos y cómo esos cambios se sostienen en la vida diaria.